Ya que me reclaman por ahí que actualice el blog, y que no estoy muy inspirada (por no decir nada inspirada) últimamente, voy a contar aunque sea una anécdota que ocurrió hace unos días pero que no he digerido del todo hasta hoy.
La verdad es que yo normalmente reniego bastante de la asociación típica entre vejez y sabiduría. No es que no crea que haya ancianos con mucha experiencia a sus espaldas, sino que en general creo que todos los colectivos son muy heterogéneos y no me gusta glorificar o despreciar (como en el caso de la típica frase «los jóvenes de hoy en día…) a un grupo de gente tan amplio. Además, por mi carácter, soy una persona que se irrita con bastante facilidad, un problema de impaciencia, vamos: me pone de mal humor repetir las cosas, que se entrometan en mis cosas o tener que dar detalles de lo que hago, etc. En general me pone de mal humor tener a una persona encima o tener que estar encima de alguien (salvo excepciones – lo siento, no podía evitar el chiste fácil), así que mi relación con niños y yayos es bastante nula por mala imagen que pueda dar de mí.
Pero el otro día mi abuela me dio una sorpresa agradable (al menos por una de las partes). Discutía con mi madre sobre su matrimonio y cómo era mi abuelo el que tomaba las decisiones. Yo nunca la había escuchado hablar sobre ese tema, o ninguno, y me sorprendió que se quejara de que nunca había salido, de que siempre estaba en casa, etc. Es curioso cómo a pesar de considerarme feminista e interesarme tantísimo este tema nunca me haya parado a pensar o indagar sobre algo que tengo tan cerca. Pero lo que más me llamó la atención fue cuando mi madre le dijo «tú sí salías, ¿cómo que no? cuando tenías los chiquillos, que salíais todas con los niños…» y mi abuela le respondió «claro, con los chiquillos, pero él salía solo».
Ya os digo que en su momento me sorprendió pero no le di más vueltas, pero hoy venía pensando cómo es posible que en una sola frase una mujer, por edad y por la época en la que creció, mucho más convencional y «chapada a la antigua», le diera una lección express de feminismo así a mi madre, supuestamente más liberada y moderna.
yo tengo una de ésas, la guay, pq la otra no mola nada…
pues sí, eso, siempre q el tema le conviene le suelta el discursito a mi madre de que cuando joven debería haber aprovechado para estudiar, viajar, salir y dejar-se de tanta ama de casa. entonces nos mira a mi hermano i a mi (aunque él sea un ni-ni…) y suelta: como ellos q seguro q no siguen tus pasos.
y las sonrisa q se nos qeda a nosotros nos dura semanas 😀
así q un hurra por las iaias chachis! Hurra!
xD
Ya te dije que tu abuela era entrañable, y después de esto es mi preferida.
Yo general siempre he sentido curiosidad, y les he llegado a machacar mucho a preguntas, sobretodo nunca me cansaba de cuando les pedía que me explicasen como se habían conocido y esas cosas, y adoraba verles ilusionados contándomelo, y sintiéndose un poco más vivos cuando lo hacían, como despertándose de algún tipo de letargo.
En el caso de mi abuela, antes de enfermar, se pasaba el día quejándose de su aburrida vida, a mi claro, no a mi abuelo (la muy lista), de que no salía nunca sin él (ni él sin ella, básicamente mi abuelo nunca ha sido de salir), y aunque fuese consciente de lo que se perdía, y de que siempre cedía ella, nunca se plantó. Y a mi no paró de darme masterclass del tema, y cuando le reprochaba que no me contase eso, que lo discutiese con mi abuelo, al final todo el debate se terminaba SIEMPRE, y sin excepción alguna, con un «uy bueno, somos de otra época, y no voy a disgustar a tu abuelo» (PERO Sí A MI, YAYA! xD) porque recuerdo en esas discusiones maratonianas diciéndome «ay, ya lo entenderás cuando vayas creciendo»
(Si yaya, ojalá lo vieses, y te daría un patatús xD)
Un beso, guapa.
Mi abuela también se queja de que no sale, de que mi abuelo no la lleva a bailar al centro de ancianos, y de que él no le ayuda con la casa.
Mi otra abuela en cierta ocasión me comentó (ante mi solicitud de hacerle entrevistas y escribir la historia de su vida, cosa que rechazó) que nunca había sido feliz, y que nunca había decidido nada, todo lo había hecho mi abuelo o la familia. Se sentía en cierto modo estafada.
Luego tenemos a mi tía (hermana de una de mis abuelas) que siempre que le decía que estaba en la universidad me miraba recelosa y me gritaba enérgicamente:
¡¡con esa cara y ese cuerpo te puedes permitir no estudiar y buscarte un buen mozo que te mantenga!!
Pues eso.
Distintas vidas, distintas enseñanzas.
Se me dan mejor los niños que los abuelos, porque la mayoría tienden a ser muy cargantes.